jueves, 22 de noviembre de 2012

Los demonios de Juan


La semana pasada se presentó en La Casa Encantada de Minas el libro “Demonios en el aire” de Juan Scuarcia, lo que ya marcó un nuevo hito cultural después de la partida del alma de ese lugar, el artista plástico Daniel Fernández, quien estuvo presente constantemente desde las referencias, la emoción y el cariño que supo cosechar el “Pelado”. Luego de unas pocas palabras de Juan Scuarcia “para abrir la noche”, la presentación del libro corrió por cuenta de la profesora Cecilia Manzione, quien tuvo “un recuerdo para nuestro querido Daniel, a quien conozco de los 60, yo una adolescente que entraba al bar Almandos -sin que supieran mis padres, claro-  y él ya formaba parte del paisaje de Minas, siempre en rueda de amigos. A Daniel lo extrañamos esta noche”.

Destacó Manzione la presencia de Pollo Píriz y Berta Pereira, quienes al finalizar realizaron un espectáculo musical.



LOS DEMONIOS DE JUAN

Manzione recordó “el coloquio de escritores en el liceo Fabini con motivo de su centenario, en el que estaban Hebert Raviolo, Gustavo Espinosa, Mario Delgado, Leonardo de León y Juan, a quien le tocó cerrar el encuentro. El tema era la relación entre los liceos departamentales y el desarrollo de la literatura nacional. ¿Es posible establecer esa relación? Los liceos departamentales, centros de educación y cultura en el interior del país, ¿nos acercan a la literatura? La respuesta de Juan fue muy sencilla: tuvo la fortuna de encontrarse con la divina Suleika -como tantos de nosotros- y no se acuerda nada más. Podemos rellenar la amnesia con lecturas, la curiosidad de un jovencito por las historias de pueblo y las ganas de contarlas. Reconocer la acción civilizatoria de la educación -dicho de la manera más cruda-  supone conocer y reconocer nuestra identidad: soy quien soy, y aprendí y me enseñaron en tal lugar”.

ME MARAVILLÓ EL PROCESO DE CREACIÓN

Ya entrando en el libro “Demonios en el aire”, Manzione reconoció que lo leyó de una tirada, “sabiendo que conocía la historia de una primera lectura de hace alrededor de diez años. Me conmovió como la primera vez, y me maravilló el proceso de creación de Juan que se afianza como un escritor de una fina prosa poética, que maneja los adjetivos con precisión, adjetivos que son el tormento para cualquier escritor”.

Manzione se refirió a la anterior novela de Scuarcia, “Luna paraíso”, que también presentó. “Me mostró una historia cooptada por la palabra. Como en aquella, en  “Demonios en el aire” nos encontramos con una novela fuera de la categorización, porque no sabríamos decir si se trata de una novela de corte político, de corte histórico, o si es una historia que justifica una tesis. En realidad, estas tres vertientes de la narrativa están presentes. La anécdota atrapa al lector pero, sobre todo, la palabra, siempre la palabra de Juan, deleita. No en vano, este veterinario se lleva tan bien con la poética y la tiene como oficio removedor de su existencia. La escritura como trabajo, como labor, como tarea del escritor, de escribidor, a la manera de un escribiente, del que escribe lo que le mandan, mandato que a Juan le viene de la vida misma, de la pasión por contar,  por registrar y convertir en ficción las pequeñas grandes  historias de personajes que nos frecuentan”.

“LA DE SU AUTENTICIDAD”

Manzione menciona al poeta chiapaneco - mexicano Jaime Sabines dice -para la eternidad - que “el poeta es el escribano a sueldo de la vida, porque se sirve del hombre, de su circunstancia como el amante se sirve de la mujer, para decir las palabras definitivas, las que usa la gente todos los días para llegar al silencio. Testimoniar la realidad es un arte verdadero y la poesía es un simple intento de comunicación, de comunión humana (...) Siempre que responda a una vivencia humana, será poesía. El poema no tiene más que una medida: la de su autenticidad (...) No se tiene derecho a hablar de lo que no se ha vivido”.

Sigue con Ángel Rama, que en “La ciudad letrada” cuenta que en la América española reclamaban “la participación de un script (en cualquiera de sus divergentes expresiones: un escribano, un escribiente o incluso un escritor) para redactar una escritura. A esta se confería la alta misión que se reservó siempre a los escribanos: dar fe, una fe que solo podía proceder de la palabra escrita (…)”.

“VIVEN PERO NO VEN”

Para Manzione las obras literarias de Juan “no escatiman detalles de los sucesos  ni expresiones de los personajes para brindar verosimilitud a la ficción. El arte, y la literatura sobre todo, cumple una función clave en la comunidad que es hacer visible lo que otros viven pero no ven. Y en ‘Los demonios…’ tenemos una historia cuya trama está ahí para ser tomada y disfrutada”.

“COMO PEQUEÑOS RELATOS”

Manzione se entusiasma, y expresa su disfrute diciendo que Scuarcia, a través de su escritura, “construye la atmósfera de la novela en tiempo y espacios quebrados, otorgando verdadera unidad a los distintos episodios, como pequeños relatos que se van superponiendo unos a otros hasta conformar  la historia de los personajes impregnados de la peripecia humana. Las obsesiones, el dolor, la alegría, la mueca de la maldad, el misterio, la oscuridad del rencor, los secretos familiares se asoman e interpelan al lector sobre nosotros mismos. En una sinfonía de perspectivas, encuentros y desencuentros y de voces múltiples, se arma esta historia cuyos diálogos funcionan como motores de la anécdota. A través de ellos, conocemos a los personajes porque el autor supo captar y trasmitir el corazón de la interacción humana, que son las intenciones. La búsqueda de la identidad, la solidaridad, la maternidad, la paternidad, el autoritarismo, los miedos, los prejuicios, los sueños, el derecho a vivir y a morir son algunos de los temas que se presentan, con los cuales el lector tiene que convivir y decidir, porque en la novela, entre los cerros y la playa y otras geografías, hay un complejo mundo ficcionado, que no se puede dejar de considerar”.

Finalizó Manzione señalando que “no es de extrañar que del título, ‘Demonios en el aire’, se vayan desprendiendo distintos sintagmas cuyo centro son los lexemas “demonios” y “aire”. Son los fantasmas que llegan y se van, que nos rondan hasta que la palabra entre padre e hija se instala y nos abandonan”.

Siempre la palabra como puente, podía agregarse que también la poesía, como dijo Manzione.

Seguidamente Scuarcia leyó algunos párrafos del libro, que mostraron lo bien escrito y lo atrapante que es.


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