En Sala de Actos de la IDL se presentó el libro “Angelina.
Las huellas que dejó Angola” de Angelina Vunge, de nacionalidad angoleña
radicada en Uruguay, quien realizó una charla, donde contó parte de su
historia, el libro es mucho más crudo, más fuerte, más catártico.
El evento fue presentado por
la Unión de Afros del Uruguay
(UDADU), desarrollado en el marco del Mes de la Mujer, y contó con la presencia
del intendente Alfredo Villalba, la directora de Familia y Mujer, Blanca del
Puerto, las docente Miriam Páez y Mabel Vilela, trabajadoras por la no
violencia doméstica y la referente departamental de UDADU Beatriz Pintos.
BIENVENIDA
Villalba le dio la bienvenida, y dijo sentirse orgulloso por
brindar un “espacio de lucha y por sobre
todas las cosas un lugar de entendimiento”. Pintos agradeció por el apoyo
recibido para la gestión de su entidad, destacó la importancia y el tesón de
Vunge, “para salir adelante a pesar de lo horripilante que fueron algunas parte
de su historia de vida”.
LA MALA SUERTE
Vunge comentó que su principal intención con el libro fue la
de compartir su experiencia de vida, donde nació, de donde vino, las peripecias
que le tocó experimentar, como llegó a
Uruguay, detallar aspectos vinculados a
su lucha y sus razones para seguir adelante con su vida. De nacionalidad angolana,
nacida en la profundidad de África, resaltó su mala suerte por haber nacido
mujer en uno de los lugares más pobres de su país y en medio de una eterna
guerra interna que ha acabado con la vida de miles y miles de personas. En la
aldea de la que es originaria, sus pobladores se dedican a la pesca, la caza y
al cultivo de la tierra. La alimentación es totalmente natural, proveniente de
las labras (plantación) de maíz, chaucha, maní y caña de azúcar (entre otras
cosas). Destacó que dicho trabajo es totalmente artesanal a base de los
esfuerzos del cuerpo humano, principalmente el de la mujer.
SER MUJER
Vunge aseguró que es la mujer quien más trabaja -lo destaca
especialmente en su libro-, junto a un pensamiento propio donde exclama “no
quiero casarme a los 14 años, tener un hijo tras otro y morirme a los 33 años”.
Angeline tenía ya a los 3 años un marido adjudicado, no un
niño que fueran creciendo junto a ella, sino un adulto, elegido por sus padres,
ya que las hijas no pueden elegir por sí solas. “Las mujeres no teníamos voz”,
situación que “aun en partes del país se siguen dando”. Los abusos, “los hechos
de violencia a los que fui sometida, tanto física, psicológica y sexual”,
fueron una constante en su niñez, adolescencia y ya cuando fue una mujer, más
el miedo continuo que provoca la guerra, ya que en cualquier momento su aldea podía
ser atacada.
Hizo referencia a la falta de posibilidades de educación,
empeoradas por ser mujer, pero aprendió a leer y escribir, caminando muchos quilómetros
para llegar a una escuela, o la falta de atención en salud. Sólo había atención
basada en medicinas tradicionales, que llegaba a la aplicación de cortes en el
rostro y el cuerpo hechos a navaja para sanar.
Contó las peripecias para salir de su aldea, para llegar a
la ciudad, los abusos y engaños, la soledad, las estafas morales y económicas,
el encuentro con los Cascos Azules de las Naciones Unidas, en especial con
Cristina Benítez, su “madre” uruguaya, quien la invitó a venir, hasta que al
fin llegó a Uruguay, y tampoco fue fácil, sus penas de amor, engaños, malos
tratos, y mucho trabajo, hasta que alguien se interesa en su historia y por
problemas de lenguaje se la cuenta a la escritora Andrea Blanqué, y esta la
transcribe. También, las nuevas posibilidades, la constante búsqueda de una
vida mejor. Angeline pudo contarlo, quien sabe cuántas mujeres no pudieron, ni
podrán hacerlo.
No lo olviden, “Angelina. Las huellas que dejó Angola” de Angelina
Vunge.
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