jueves, 26 de marzo de 2015

Una mujer con mucho para contar

En Sala de Actos de la IDL se presentó el libro “Angelina. Las huellas que dejó Angola” de Angelina Vunge, de nacionalidad angoleña radicada en Uruguay, quien realizó una charla, donde contó parte de su historia, el libro es mucho más crudo, más fuerte, más catártico.
El evento fue presentado por  la  Unión de Afros del Uruguay (UDADU), desarrollado en el marco del Mes de la Mujer, y contó con la presencia del intendente Alfredo Villalba, la directora de Familia y Mujer, Blanca del Puerto, las docente Miriam Páez y Mabel Vilela, trabajadoras por la no violencia doméstica y la referente departamental de UDADU Beatriz Pintos.

BIENVENIDA

Villalba le dio la bienvenida, y dijo sentirse orgulloso por brindar un “espacio de lucha  y por sobre todas las cosas un lugar de entendimiento”. Pintos agradeció por el apoyo recibido para la gestión de su entidad, destacó la importancia y el tesón de Vunge, “para salir adelante a pesar de lo horripilante que fueron algunas parte de su historia de vida”.

LA MALA SUERTE

Vunge comentó que su principal intención con el libro fue la de compartir su experiencia de vida, donde nació, de donde vino, las peripecias que le tocó experimentar, como llegó a
Uruguay, detallar aspectos vinculados a su lucha y sus razones para seguir adelante con su vida. De nacionalidad angolana, nacida en la profundidad de África, resaltó su mala suerte por haber nacido mujer en uno de los lugares más pobres de su país y en medio de una eterna guerra interna que ha acabado con la vida de miles y miles de personas. En la aldea de la que es originaria, sus pobladores se dedican a la pesca, la caza y al cultivo de la tierra. La alimentación es totalmente natural, proveniente de las labras (plantación) de maíz, chaucha, maní y caña de azúcar (entre otras cosas). Destacó que dicho trabajo es totalmente artesanal a base de los esfuerzos del cuerpo humano, principalmente el de la mujer.

SER MUJER

Vunge aseguró que es la mujer quien más trabaja -lo destaca especialmente en su libro-, junto a un pensamiento propio donde exclama “no quiero casarme a los 14 años, tener un hijo tras otro y morirme a los 33 años”.
Angeline tenía ya a los 3 años un marido adjudicado, no un niño que fueran creciendo junto a ella, sino un adulto, elegido por sus padres, ya que las hijas no pueden elegir por sí solas. “Las mujeres no teníamos voz”, situación que “aun en partes del país se siguen dando”. Los abusos, “los hechos de violencia a los que fui sometida, tanto física, psicológica y sexual”, fueron una constante en su niñez, adolescencia y ya cuando fue una mujer, más el miedo continuo que provoca la guerra, ya que en cualquier momento su aldea podía ser atacada.
Hizo referencia a la falta de posibilidades de educación, empeoradas por ser mujer, pero aprendió a leer y escribir, caminando muchos quilómetros para llegar a una escuela, o la falta de atención en salud. Sólo había atención basada en medicinas tradicionales, que llegaba a la aplicación de cortes en el rostro y el cuerpo hechos a navaja para sanar.
Contó las peripecias para salir de su aldea, para llegar a la ciudad, los abusos y engaños, la soledad, las estafas morales y económicas, el encuentro con los Cascos Azules de las Naciones Unidas, en especial con Cristina Benítez, su “madre” uruguaya, quien la invitó a venir, hasta que al fin llegó a Uruguay, y tampoco fue fácil, sus penas de amor, engaños, malos tratos, y mucho trabajo, hasta que alguien se interesa en su historia y por problemas de lenguaje se la cuenta a la escritora Andrea Blanqué, y esta la transcribe. También, las nuevas posibilidades, la constante búsqueda de una vida mejor. Angeline pudo contarlo, quien sabe cuántas mujeres no pudieron, ni podrán hacerlo.  
No lo olviden, “Angelina. Las huellas que dejó Angola” de Angelina Vunge.

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