lunes, 13 de abril de 2020

Leonardo de León: “Dicen que viene para largo, pero un día vamos a despertar”


NOS CUESTA MENOS PENSAR EN EL FIN DEL MUNDO QUE EN ELABORAR UN NUEVO MODELO ECONÓMICO. ES DE LOCOS 
La Editorial Banda Oriental propuso a escritores el #bandaorientalchallenge, con la consigna de leer un párrafo, un pasaje o un capítulo de algún libro que haya publicado la editorial, mencionar el título, su nombre y por qué lo eligió, como una forma de amenizar y fomentar la lectura en estos días difíciles.
Leonardo de León, (Minas, 1982), docente de literatura, escritor de varios libros, entre ellos No vi la luna, cuentos, premiado por el Concurso Narradores de la Banda Oriental que lleva adelante la Fundación Lolita Rubial, la IDL y Ediciones de la Banda Oriental, y varios libros de poesía y prosa publicados por su propio emprendimiento, obtuvo varios reconocimientos a nivel nacional e internacional.

EMPECEMOS POR ZIZEK 
Hoy de León es uno de los escritores que aparece en #bandaorientalchallenge. Al consultarlo cómo ve en tiempos del coronavirus esta movida de lecturas, de acceso a libros y otros bienes culturales a través de las redes, responde que hace poco el filósofo esloveno Slavoj Zizek se aventuró a decir que la propagación del virus y la excepcionalidad de sus consecuencias vendría a causar una herida singular en el capitalismo, acaso una herida de muerte. La producción se estancaría  y la pandemia nos pondría en situación de pausa, contemplación, análisis, y así descubriríamos finalmente que la vida puede ser de veras distinta. Quizá todo esto ocurra -nunca se sabe-, pero el propio Zizek nos ha instruido, en más de una ocasión, sobre la inusitada maleabilidad del sistema: desde la caída del muro de Berlín el capitalismo ha demostrado una capacidad de adaptación monstruosa. Asimila la sorpresa, la integra, se adapta a las situaciones nuevas, cicatriza a velocidad luz. Cualquier anomalía es segregada, o bien reencauzada a favor de la misma lógica de producción, circulación y consumo. No hay escapatoria. Nos cuesta menos pensar en el fin del mundo que en elaborar un nuevo modelo económico. Es de locos. Te cuento todo esto porque, en mi primera instancia, es lindo atestiguar el modo en que escritores, músicos y artistas en general han aprovechado este momento para compartir lo que hacen; teniendo en cuenta, sobre todo, que ahora las condiciones de receptividad y atención son mayores. Por fin se da, aunque en ausencia y a la distancia, una participación efervescente e intensa entre el arte y las masas. Sin embargo, creo que el fenómeno revela algo más que un nuevo interés en el público y un deseo gratuito del artista por ser escuchado.

¿POR QUÉ AHORA Y NO ANTES? 
El escritor señaló que esta nueva situación nos invita a pensar por qué esto ocurre ahora y no ocurría antes. Primera hipótesis: ese deseo de comunicación y mutuo enriquecimiento siempre estuvo allí, tanto en el artista como en el público, pero mitigado o herido por las obligaciones, las labores y la escasez del tiempo propias de nuestra vida común. Todo eso, desde luego, en un marco indudablemente tendencioso, es decir, en el marco de una lógica comunicacional que funciona como arma de distracción masiva y en beneficio de las clases privilegiadas: trivial, chapucera, llana, boba, de impacto violento, tan morbosa como divertidísima.

EXCEPCIONAL Y PASAJERO 
La segunda hipótesis es según Leonardo algo más oscura. Se trata de un fenómeno excepcional y pasajero en una situación excepcional y pasajera. Todo me indica que en unos meses, cuando esto pase, las poblaciones retomarán sus hábitos usuales y constitutivos. No creo que uno cambie de vida, ni de ideas, ni de hábitos, ni de sensibilidad por ver un concierto o leer ese par de libros que tenías quietitos en la mesa de luz. A no ser que Zizek tenga razón. Ojalá”.

INSISTENCIA, PERSISTENCIA Y RESISTENCIA 
¿Esta intensa actividad virtual significará que se impulse a leer más? De León cree que los escritores uruguayos, por lo general relegados ante las grandes novedades internacionales, aprovechamos el momento para compartir nuestro trabajo desinteresadamente, educados por un sistema editorial pequeño que nos ha instruido en el acto de la insistencia, la persistencia y la resistencia. Vimos la ventana abierta y nos colamos por un rato. Lo mismo están haciendo las editoriales, que como todo negocio debe seguir trabajando. ¿Qué se busca con todo esto? Solo me sale una respuesta muy poco creativa: lo mismo de siempre. Los escritores queremos ser leídos, y las editoriales pretenden vender libros. Punto. Dudo que se busque más que eso porque un efecto más ambicioso requeriría una movida mucho más drástica.

CORONACIÓN 
Cuenta su experiencia de hace pocos días: Mirá qué curioso: cuando antes de la emergencia sanitaria publicaba alguno de mis poemas en Facebook, no recibía comentarios, a lo sumo algunos likes de los amigos de siempre. Tal vez eran poemas malos, pero había puesto en ellos lo mejor de mí y los consideraba aceptables. Hace apenas unos días publiqué un poema irónico sobre la cuarentena titulado Coronación, de dudoso nivel literario y escrito en unos minutos, sin demasiado esfuerzo. ¿Y qué pasó? Mi Facebook casi colapsa. ¿Qué revela todo esto? ¿Me encuentro más acompañado que antes? ¿Gané adeptos? ¿Interesa realmente lo que hago?   ¿Las masas se han visto súbitamente iluminadas y han desarrollado una nueva sensibilidad estética? Pues Cuando en unos meses presente mi próximo libro, y aparezcan los mismos de siempre para escucharme hablar de las mismas cosas, y terminemos la noche brindando con el mismo vino y  riéndonos de las mismas anécdotas sobre antiguas e iguales presentaciones de mis libros anteriores, te cuento.

PUEDEN OCURRIR MILAGROS AISLADOS 
Reflexiona de León preguntándose “¿impulsará todo esto a que se lea más? Por supuesto que pueden ocurrir milagros aislados. Acaso alguien que siempre tuvo la curiosidad por leer, al verse con algo más de tiempo libre, se decida a hacerlo. Quizá dé con el libro y el autor apropiado. Tal vez, luego, quiera leer otro, y si el libro no es malo es probable que se lance a leer un tercero. Con suerte esa persona adoptará un hábito lector y, si los astros son propicios, cuando regrese a su vida habitual y sienta otra vez la premura y el vértigo en la sangre, hasta fuerce un espacio de lectura antes de dormir o en algún momento libre del día. ¿Por qué no? Puede pasar. Pero en lo que voy de respuesta acabo de usar fórmulas como acaso, quizá’, tal vez, después usé el si condicional y acabé con el verbo forzar, que hasta suena incómodo. Mirá todos los modestos milagros que deben ocurrir en una vida -una vida donde siempre ocurre algo más urgente que la urgencia de leer- para dar lugar a ese milagro más grande. Y después dicen que leer es de vagos ¡Mi dios! Te pido perdón por el pesimismo, debe ser el encierro.

SATURACIÓN DE LA INFORMACIÓN
Hasta ahora hablamos de la literatura y la literatura en las redes, pero también está la música, la plástica. Al preguntarle sobre si se podrá fortalecer e impulsar la cultura a través de las redes, de León señaló que debo remitirme a lo que contaba antes. Por otra parte, creo que se corre el riesgo  de caer en cierta saturación de la información. Hace no muchos años, cuando alguien necesitaba volver masivo un mensaje era porque lo consideraba relevante para la tribu. Para ganar en difusión debía acudir a un medio de comunicación clásico, digamos: la radio, la televisión, la prensa. Hoy tenemos ese medio de gran alcance en el bolsillo, y mediante un extraño fenómeno sentimos ya no la necesidad sino casi la obligación de usarlo, aunque no tengamos mucho para decir. Basta recorrer a vuelo de pájaro la página de inicio de cualquier red social para descubrir que dichas redes tienen muy poco de sociales. Se trata, más bien, de un cúmulo loco y desorganizado de intercambios espontáneos y más bien privados: viajes, preferencias, opiniones, descargas, poses, figuraciones, el cumpleaños de la nena, la fiesta de aniversario, el asado con los amigos. Todo eso conforma la vida privada de la gente, y está bien, la vida personal tiene esas cosas y yo las celebro. Pero no hay allí prácticamente nada de interés público, y si lo hay se da en medio de un coro infinito de voces donde las argumentaciones deben ser breves, o se malentienden, o se ven interrumpidas por otras voces que a veces bromean, a veces se contradicen, otras se ponen demasiado emocionales, otras se expresan con emoticones y no con palabras, otras se distraen y reaparecen a destiempo, algunas desisten o directamente desaparecen. El aluvión de mensajes y de información es tal que solo un semidiós podría asimilarlo. Volviendo a tu pregunta: no sé si todo eso tiene fuerza, o impulso, o si logra lo que busca.
En mi caso, al menos, es casi un acto de fe: arrojo el mensaje como quien ha quedado varado en una isla desierta y tira su mensaje en una botella.

FITO PAEZ  
Sabiéndolo un gran admirador del músico y cantante Fito Paez, la pregunta de cajón era si vio el recital que dio desde su casa. De León respondió con alegría y énfasis: Por supuesto que lo vi. Nací en el 83: cuando Fito sacó (en 1992) El amor después del amor y al año siguiente Circo Beat yo estaba entrando en la adolescencia. Una fitomanía estremeció a todo el continente, y yo no fui la excepción. Momentos centrales de mi vida llevan sus canciones como banda sonora. Hubo una época en que era casi ubicuo: prendías la radio y a toda hora sonaba Mariposa Tecnicolor. Está claro, por otra parte, que aquel flaco pelilargo y desdentado, de entonación porteña -aunque de origen rosarino- y gestualidad visiblemente afectada se halla muy lejos de este veterano de 57 años recién cumplidos. Te voy a ser honesto, y me duele en el alma decirte esto: en mi opinión, Fito ya dio hace rato lo que tenía para dar. Lleva una década apelando a viejas fórmulas, viciando las letras, los recursos compositivos, y pisoteando el delicadísimo artista que fue. De todos modos lo entiendo: son casi 40 años haciendo música cualquiera se agota. Viví la experiencia del recital como admirador, es decir, con todo lo caprichoso que tiene, y lo disfruté mucho. Nunca había visto un recital por internet. El sonido no es el mejor, tampoco la imagen, pero no voy a negar que fue emocionante preparar la cena de mi niña un poco más temprano y pactar todo para vivir la experiencia del modo más íntimo posible. Sentí la cercanía. Al otro día vi con mi novia un poquito del concierto de Pedro Aznar. Pensándolo un poco, te diré que noté en ambos cierta incomodidad. Y está clara la razón: un artista de la música necesita de la presencia del público, sentir la sinergia, alimentarse del público, captar con el cuerpo la reacción a tu mensaje.

NECESITO SABER QUE VOY BIEN 
Respecto a este parate de la asistencia de alumnos y docentes a los liceos, al trabajo que se viene realizando a través de internet, de León señaló que un docente también trabaja en escena. Cada clase funciona como una pequeña función donde el profesor intenta montar el personaje lo más lúcido, educado y amable posible. Un aula es como un teatro, y en ese sentido puedo garantizarte que allí adentro ocurren cosas intensas. El profesor requiere de la presencia de sus alumnos tanto como un músico necesita de su público. El alumno te hace saber lo que le ocurre aunque no quiera: frunce el ceño, mira hacia el piso, traga con pesadez, mira el reloj, se sonríe, mira el texto que le estás explicando Cada gesto es un mensaje que, si el docente está atento, resulta fundamental para la regulación de su discurso, la revisión de sus ideas, la dirección de la charla, etcétera. La cara del alumno opera como una brújula sensible y perfecta. Sin esa brújula, trabajando desde casa, me siento desorientado, por no decir desolado.  Cuando escribo un libro nunca sé qué clase de libro será, tampoco estoy seguro de poseer el talento necesario para escribirlo: puedo aguantar esa tensión. Cuando enseño, en cambio, necesito saber que voy bien y debo estar a la altura. Es mi trabajo, es lo que hago. Ahora mismo, tanto los profesores como los alumnos estamos viviendo una instancia de reaprendizaje. Y aprender es también equivocarse. Lo iremos encauzando.   Tengo la suerte de trabajar con gente que respeto y con alumnos de primera. Confío en que todo saldrá bien.

TRISTEMENTE FALAZ 
¿Qué sensaciones genera el encierro ni total ni obligatorio, pero con la responsabilidad de quedarse en casa? Para Leonardo sería largo de contar. He comprobado que mis amigos me imaginan escribiendo y leyendo todo el día. Tristemente falaz: me la paso asistiendo por internet a mis alumnos, comentando sus tareas y ayudando a mi hija con las suyas. Sospecho que me ocurre lo mismo que a todo el mundo: extraño mi vida, mi simple y torpe vida de siempre. Echo de menos mis caminatas apuradas rumbo a la escuela, la merienda en el liceo, las conversación con alguien al pasar, la visita de un amigo, la lectura al aire libre o en un café, la escritura en tiempos cortos pero intensos. Soy de los que necesitan un horario, una serie de obligaciones: si me quitan eso, me descalabro. No sé qué hacer conmigo si nadie espera nada de mí. Mi último libro se iba a presentar el 22 de marzo en Café Vidal, estaba todo preparado, y se desbarató. Bueno, no pasa nada. Nada de nada. Hay gente que está pasando mal de verdad. Que yo no escriba, por ejemplo, es intrascendente. No cambia para bien o para mal la vida de nadie. El problema de la escritura será siempre todo, todo, todito mío, y ya no es el más importante. Mientras tanto espero que el prójimo me sorprenda para bien y todos salgamos fortalecidos de este vago sueño. Dicen que viene para largo, pero un día vamos a despertar.

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