Desde
el 18 de marzo estamos en cuarentena, mi compañera Pamela y yo. Habíamos pensado comenzar el día anterior, pero decidí ir a donar sangre para la
madre de una amiga. Un acto tan simple fue un tema de conversación. Ir a un hospital, cuando ya
el virus andaba en la vuelta parecía un poco riesgoso. Pero pensé que la madre de mi amiga
estaba peor, y que yo probablemente iba a resistir si me contagiaba el
cornavirus. La verdad que en el hospital no había casi nadie. Y me sentí muy bien de poder ayudar.
Esa
semana que siguió fue de ensayo. Cada salida la hacíamos de manera individual. Y
eran estratégicamente pensadas. Al almacén, a la verdulería, a la panadería. Luego escuchando noticias de
otros lugares del mundo, supe que salir a correr era una opción que no implicaba riesgos para
mi, y para otras personas, en caso de que estuviera contagiado y fuera asintomático. Esto último era una posibilidad. Dos
días
antes de comenzar la cuarententa había volado en avión desde Coyhaique, en el sur de
Chile, donde trabajo habitualmente entre septiembre y abril. Si bien en Coyhaique
parecía no haber casos en ese entonces, el
aeropuerto de Santiago es un lugar muy concurrido y más en esos días, ya que el Gobierno de Chile
había
decretado el cierre de fronteras para dos días después. Así que salí a correr eligiendo calles poco
concurridas y, si bien me crucé con otras personas, me movía para siempre dejar al menos
dos metros de distancia. Era solo una hora de deporte diario, pero me servía para sentirme bien. He
descubierto que haciendo deporte me mantengo más positivo y optimista. Una
semana después de la cuerentena voluntaria, comenzó la obligatoria. Ya las salidas
a correr no eran una opción. Pero nos hemos puesto creativos y
hacemos rutinas que conjugan una seríe de actividades que he
aprendido en deportes tan diversos como fútbol, karate, escalada y yoga.
Por suerte los vecinos no nos ven. No creo que demos un gran espectáculo. Pero nos sirve para
mantener la moral alta. Además algún que otro músculo duele. Supongo que esto
está
bien.
Otra
de las actividades es leer. Si bien es dificil dejar de lado el celular para
leer en un libro, nos tomamos el tiempo para hacerlo. Pamela terminó “Correr el tupido velo” de Pilar Donoso. Un viaje
hecho por la hija del escritor José Donoso, a la íntima vida de este, que sale a
la luz cuando luego de la muerte del escritor, su hija encuentra los diarios íntimos de este. “Interesante, pero intenso”. Así lo describío Pamela. Ahora está con “El cuerpo humano” de Paolo Giordano. Dice que
está entretenido. Yo he estado leyendo “2666” de Roberto Bolaño. Es una larga novela, que
termina hablando de los asesinatos de mujeres en el norte de México, pero que es mucho más que eso. Pienso que es una
novela que tiene mucho de actualidad (pre-coronavirus). Me ha servido para
entender de manera profunda, de qué se habla cuando se habla de
violencia hacia la mujer, de patriarcado y machismo. Me falta poco para
terminar pero la recomiendo fuertemente.
Cocinar
ha sido otra de las actividades a la que le hemos dedicado tiempo y energía. La lista es larga y no tengo
mucho espacio, pero el haber hecho “masa madre” y un primer pan partiendo de
este fermento natural ha sido uno de los mayores logros.
Hablar
con la familia y amigos es una actividad diaria, porque la disfrutamos y para
estar atentos de que los ánimos no decaigan.
Vivimos
en un departamento que es un condominio de tres edificios. El “A” tiene dos pisos y el “B” y el “C” tienen cuatro. Hay un
conserje, Jorge, que se encarga de mantener el jardín, repartir el correo, sacar la
basura, limpiar los pisos de las escaleras, etc. Él vive en otra comuna. Por lo
tanto tenía que viajar todos los días en omnibus, entre 30 y 40
minutos. Con el administrador del condominio había arreglado flexibilizar los
horarios, para no viajar en las horas punta. Pero con los vecinos nos pusimos
de acuerdo y le dijimos al administrador que le siguiera pagando el sueldo,
para que Don Jorge se quedara en su casa y nosotros nos hacíamos cargo de las tareas. Así que esa es otra de las
actividades que hacemos.
Y por
supuesto hacer planes para el futuro. Eso es muy entretenido y no cuesta nada.
Nosotros teníamos un plan bien interesante. Habíamos ahorrado para poder irnos
seis meses a Canadá. Pamela es muy organizada y ya tenía lista la visa, había visto varios departamentos en
Vancouver, cotizó pasajes, encontró una escuela donde estudiar
inglés,
y renunció a su trabajo. Yo que soy menos organizado
igual hice algo. Me contacté con amigos que viven allá, renové mi pasaporte e intenté empezar los trámites de la visa y coordiné contratos en Estados Unidos
con la escuela para la que trabajo. En general yo postulo a cursos y la
escuela, dependiendo de la disponiblidad y las proyecciones me ofrece trabajo.
Cada curso que trabajo es un contrato.
Todo
esto quedó en veremos. Los viajes internacionales
están
cerrados y no sabemos cuando se abrirán, probablemente mis contratos
se cancelen. Así que hemos tenido que barajar y dar de
nuevo. Son momentos de mucha incertidumbre. Y lidiar con la incertidumbre es
una de las cosas más difíciles que hay. Los nervios se
ponen de punta, los humores cambian, el pesimismo acecha y el miedo al futuro
está
presente día a día y en la noches también. De lamentarse por todos los
sueños
rotos. La tentación de abandonarse es fuerte. Pero sería sufrir dos veces.
Así que lo primero que hemos hecho
es tomarnos las cosas con calma. Desde cosas simples como no comprar a lo loco
en el supermercado. Buscar cosas que nos mantengan ocupados, como hacer otros
planes y armar otos proyectos. Hacer cosas juntos y separados. Leer, encuadernar,
tocar la guitarra, cocinar o hacer nada.
Diría que por ahora vamos bien. En
un par de días más cumpliremos las tres semanas
y estoy entusiasmado porque me he armado de tareas y proyectos. Pamela dice que
soy el mejor compañero de cuarentena. Y yo creo que ella es
la mejor compañera de vida.
(1)
Rodrigo Chabalgoity es minuano y reside desde hace años en Chile. Es instructor de
Montañismo en la Escuela Nacional de Liderazgo
al Aire Libre (National Outdoor Leadership School, NOLS), de Estados Unidos,
tanto en su filial de la Patagonia chilena como en los propios EE.UU.,
incluyendo Alaska. NOLS ofrece cursos de montañismo, kayak de mar, educación ambiental, escalada y otros,
promoviendo la conservación de lugares silvestres y el cuidado del
ambiente.
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