lunes, 13 de abril de 2020

La cuarentena en Santiago de Chile


por Rodrigo Chabalgoity, desde Santiago de Chile (1)

Desde el 18 de marzo estamos en cuarentena, mi compañera Pamela y yo. Habíamos pensado comenzar el día anterior, pero decidí ir a donar sangre para la madre de una amiga. Un acto tan simple fue un tema de conversación. Ir a un hospital, cuando ya el virus andaba en la vuelta parecía un poco riesgoso. Pero pensé que la madre de mi amiga estaba peor, y que yo probablemente iba a resistir si me contagiaba el cornavirus. La verdad que en el hospital no había casi nadie. Y me sentí muy bien de poder ayudar.
Esa semana que siguió fue de ensayo. Cada salida la hacíamos de manera individual. Y eran estratégicamente pensadas. Al almacén, a la verdulería, a la panadería. Luego escuchando noticias de otros lugares del mundo, supe que salir a correr era una opción que no implicaba riesgos para mi, y para otras personas, en caso de que estuviera contagiado y fuera asintomático. Esto último era una posibilidad. Dos días antes de comenzar la cuarententa había volado en avión desde Coyhaique, en el sur de Chile, donde trabajo habitualmente entre septiembre y abril. Si bien en Coyhaique parecía no haber casos en ese entonces, el aeropuerto de Santiago es un lugar muy concurrido y más en esos días, ya que el Gobierno de Chile había decretado el cierre de fronteras para dos días después. Así que salí a correr eligiendo calles poco concurridas y, si bien me crucé con otras personas, me movía para siempre dejar al menos dos metros de distancia. Era solo una hora de deporte diario, pero me servía para sentirme bien. He descubierto que haciendo deporte me mantengo más positivo y optimista. Una semana después de la cuerentena voluntaria, comenzó la obligatoria. Ya las salidas a correr no eran una opción. Pero nos hemos puesto creativos y hacemos rutinas que conjugan una seríe de actividades que he aprendido en deportes tan diversos como fútbol, karate, escalada y yoga. Por suerte los vecinos no nos ven. No creo que demos un gran espectáculo. Pero nos sirve para mantener la moral alta. Además algún que otro músculo duele. Supongo que esto está bien.
Otra de las actividades es leer. Si bien es dificil dejar de lado el celular para leer en un libro, nos tomamos el tiempo para hacerlo. Pamela terminó Correr el tupido velo de Pilar Donoso. Un viaje hecho por la hija del escritor José Donoso, a la íntima vida de este, que sale a la luz cuando luego de la muerte del escritor, su hija encuentra los diarios íntimos de este. Interesante, pero intenso. Así lo describío Pamela. Ahora está con El cuerpo humano de Paolo Giordano. Dice que está  entretenido. Yo he estado leyendo 2666 de Roberto Bolaño. Es una larga novela, que termina hablando de los asesinatos de mujeres en el norte de México, pero que es mucho más que eso. Pienso que es una novela que tiene mucho de actualidad (pre-coronavirus). Me ha servido para entender de manera profunda, de qué se habla cuando se habla de violencia hacia la mujer, de patriarcado y machismo. Me falta poco para terminar pero la recomiendo fuertemente.
Cocinar ha sido otra de las actividades a la que le hemos dedicado tiempo y energía. La lista es larga y no tengo mucho espacio, pero el haber hecho masa madre y un primer pan partiendo de este fermento natural ha sido uno de los mayores logros.
Hablar con la familia y amigos es una actividad diaria, porque la disfrutamos y para estar atentos de que los ánimos no decaigan.
Vivimos en un departamento que es un condominio de tres edificios. El A tiene dos pisos y el B y el C tienen cuatro. Hay un conserje, Jorge, que se encarga de mantener el jardín, repartir el correo, sacar la basura, limpiar los pisos de las escaleras, etc. Él vive en otra comuna. Por lo tanto tenía que viajar todos los días en omnibus, entre 30 y 40 minutos. Con el administrador del condominio había arreglado flexibilizar los horarios, para no viajar en las horas punta. Pero con los vecinos nos pusimos de acuerdo y le dijimos al administrador que le siguiera pagando el sueldo, para que Don Jorge se quedara en su casa y nosotros nos hacíamos cargo de las tareas. Así que esa es otra de las actividades que hacemos.
Y por supuesto hacer planes para el futuro. Eso es muy entretenido y no cuesta nada. Nosotros teníamos un plan bien interesante. Habíamos ahorrado para poder irnos seis meses a Canadá. Pamela es muy organizada y ya tenía lista la visa, había visto varios departamentos en Vancouver, cotizó pasajes, encontró una escuela donde estudiar inglés, y renunció a su trabajo. Yo que soy menos organizado igual hice algo. Me contacté con amigos que viven allá, renové mi pasaporte e intenté empezar los trámites de la visa y coordiné contratos en Estados Unidos con la escuela para la que trabajo. En general yo postulo a cursos y la escuela, dependiendo de la disponiblidad y las proyecciones me ofrece trabajo. Cada curso que trabajo es un contrato.
Todo esto quedó en veremos. Los viajes internacionales están cerrados y no sabemos cuando se abrirán, probablemente mis contratos se cancelen. Así que hemos tenido que barajar y dar de nuevo. Son momentos de mucha incertidumbre. Y lidiar con la incertidumbre es una de las cosas más difíciles que hay. Los nervios se ponen de punta, los humores cambian, el pesimismo acecha y el miedo al futuro está presente día a día y en la noches también. De lamentarse por todos los sueños rotos. La tentación de abandonarse es fuerte. Pero sería sufrir dos veces.
Así que lo primero que hemos hecho es tomarnos las cosas con calma. Desde cosas simples como no comprar a lo loco en el supermercado. Buscar cosas que nos mantengan ocupados, como hacer otros planes y armar otos proyectos. Hacer cosas juntos y separados. Leer, encuadernar, tocar la guitarra, cocinar o hacer nada.
Diría que por ahora vamos bien. En un par de días más cumpliremos las tres semanas y estoy entusiasmado porque me he armado de tareas y proyectos. Pamela dice que soy el mejor compañero de cuarentena. Y yo creo que ella es la mejor compañera de vida.

(1) Rodrigo Chabalgoity es minuano y reside desde hace años en Chile. Es instructor de Montañismo en la Escuela Nacional de Liderazgo al Aire Libre (National Outdoor Leadership School, NOLS), de Estados Unidos, tanto en su filial de la Patagonia chilena como en los propios EE.UU., incluyendo Alaska. NOLS ofrece cursos de montañismo, kayak de mar, educación ambiental, escalada y otros, promoviendo la conservación de lugares silvestres y el cuidado del ambiente.


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