martes, 28 de mayo de 2013

Investigadores tras el rastro de la serpiente de cascabel

EL DEPARTAMENTO DE LAVALLEJA FUE UNO DE SUS ÚLTIMOS BASTIONES
El biólogo Carlos Prigioni  (59 años) es recordado por muchos por su participación en el programa Waku-Waku (1999-2011) como co-conductor con Juan Carlos Mareco, “Pinocho”. El programa fue co-conducido por el investigador, en pareja con el renombrado Héctor Larrea en Canal 9, Buenos Aires, en esos mismos años.
Su vasta carrera profesional incluye el pasaje por el Museo Nacional de Historia Natural y Antropología, la Cátedra de Zoología Vertebrados de la hoy Facultad de Ciencias, por lo que hoy es la Dirección Nacional de Recursos Acuáticos, y por el Departamento Técnico de Fauna de Recursos Naturales Renovables del MGAP.
Hoy es director de Higiene y Medio Ambiente de la Intendencia de Treinta y Tres e investigador asociado del Museo de Historia Natural.
Es autor de más de 120 trabajos científicos publicados en revistas nacionales y extranjeras y en la actualidad investiga junto con los doctores Claudio Borteiro y Francisco Kolenc el destino y la identificación genética de las poblaciones de serpientes de cascabel al sur del Río Negro.
La historia  uruguaya de este reptil incluye una antigua referencia de John Mawe (1802), quien registró la captura y muerte ¡¡¡de 27 ejemplares!!! en Barriga Negra. 
De Lavalleja solo se conocía un ejemplar colectado en 1963 en los alrededores de Solís de Mataojo hasta que este grupo de investigadores localizó (gracias a la participación del ingeniero Renzo Bonifacio) un cascabel colectado por Paulino Fernández en Asperezas de Polanco en el año 1965.
Otros ejemplares localizados recientemente son uno (de 1,20 mts de largo) conservado en formol depositado en el Liceo de Aiguá (Maldonado), un cascabel de la década de los años 30 que procede de Quebrada de los Cuervos en Treinta y Tres y la foto de otro cazado a comienzos de los años 60.
Hace algunos años Prigioni pudo observar un cascabel conservado desde los años 40 en la localidad de Colón, capturado en las sierras próximas.
Recientemente y gracias a la colaboración de un amigo minuano, un ejemplar, lamentablemente sin procedencia, fue localizado en el liceo de Minas. Por estar conservado
en formol, si bien representa un registro, seguramente, del departamento de Lavalleja, no es posible extraer muestras de ADN.
Las características geográficas y geomorfológicas de los sitios donde eran capturadas parecen coincidir: formaciones de enormes bloques de piedra con refugios donde las cascabeles se escondían.
Se trataba de las poblaciones de la especie de cascabel más austral, ya que en Argentina recién se registran desde la parte central hacia el norte. Otro tanto ocurre con Brasil, donde existen registros para las serranías a poca distancia de la frontera con Rivera.
Los síntomas de los accidentes ofídicos producidos por la especie se caracterizan por la ausencia de dolor en el sitio de la mordedura (a diferencia de una mordedura de yara o de crucera) y los parpados caídos a poco de producido el accidente. El único tratamiento posible es la aplicación de suero antiofídico polivalente en  centros asistenciales de las capitales departamentales.

BÚSQUEDA DE PRUEBAS
Las referencias orales son muchas, la mayoría confiables, pero la ciencia necesita pruebas materiales. Por eso este grupo de investigadores anda tras la pista de cascabeles que la gente haya guardado como curiosidad desde hace décadas a los efectos de fotografiarlos y tomar una muestra de ADN para el análisis genético.
Muchas veces los “cascabeles” o “guisos” (término fronterizo) eran conservados como curiosidades y en ocasiones guitarreros los guardaban dentro de la caja de la guitarra por atribuirle “mayor sonoridad”.
Entre las hipótesis de trabajo acerca de su extinción se maneja el aumento de las lluvias desde mediados del siglo diecinueve y la disminución de la vegetación serrana.
En efecto, Deschamps y su equipo de investigadores de la Universidad de Belgrano, Buenos Aires, Argentina lograron probar que hasta 1840, aproximadamente, solo llovían 712 mm por año.
A partir de allí y con un segundo pico (coincidente con los últimos registros de cascabeles) entre los 50 y 60 las lluvias alcanzan valores anuales que superan los 1300 - 1400 mm y más aún.
 Hace más de cinco décadas que no se registra en el Sur y que no existen reportes de accidentes producidos por esta víbora.
En el norte de Tacuarembó y Rivera aún existe en zonas de quebrada y todos los años son muertos dos o tres ejemplares. Hace pocos días y gracias a la colaboración del ingeniero Andrés Berruti se obtuvo un cascabel de un espécimen muerto el año pasado en zona próxima al Cerro Boquerón (Lunarejo, Rivera).
Si alguien lee este articulo y posee un cascabel puede comunicarse con Carlos Prigioni al 099 671 931 gratuitamente o a través del correo electrónico cprigioni3@yahoo.com.ar
Los investigadores solo procederán a la extracción de una pequeñísima muestra de ADN del interior del cascabel, le tomarán una foto y volverá a manos de su dueño. Será un invalorable aporte científico.

0 comentarios :

Publicar un comentario