sábado, 27 de octubre de 2012

Jorge Dibarboure y un homenaje al realismo social latinoamericano


GUAYASAMÍN, KINGMAN Y PORTINARI, COLOR Y DOLOR


Por Gorge Gómez

Se puede ver hasta el 31 de octubre en la sala de exposiciones de la Casa de la Cultura, la muestra de Jorge Dibarboure, (Florida 1933), compuesta por una serie de obras de tamaño mediano y chico, en su mayoría en óleo, algunas pocas con acuarelas y en una obra hace uso del pastel en aplicación de técnica mixta.

HOMENAJES

La vitalidad y fuerza de la obra de Dibarboure se potencia a través del color y las temáticas, una serie de flores y plantas, donde estallan los colores primarios, trasmiten el placer por expresarse a través del arte. Bruscamente varía la muestra hacia la fuerza dramática a través del cuerpo humano y las máscaras, -sobre todo una serie sobre las manos fenomenal- con dolor, tristeza y sometimiento, dentro de un realismo social donde Dibarboure hace un merecidísimo homenaje a la pintura latinoamericana, y directamente a los artistas ecuatorianos Oswaldo Guayasamín (Quito, 1919- Baltimore 1999) y Eduardo Kingman (Loja, 1913 - Quito, 1998), tomando de Cândido Portinari (Brasil, 1903-1962) la luz y el color “para trasmitir el dolor muy intenso”, dice Dibarboure.

VIDA SENSIBLE

Son figuras de absoluto desamparo, de belleza árida, de fuerza estética, pero sobre todo social, así es el mundo que expresa Dibarboure. Un hombre, que después de una larga historia de vida, donde su vinculación a la música desde pequeño marcaron su espíritu sensible, -pianista con reconocimientos nada menos que del maestro Hugo Balzo, quien le pidió que grabara un disco en el Estudio Auditorio del SODRE-, pero también ante el hombre y la naturaleza, abrazó la profesión de médico, -se recibió en 1974-, igualmente siguió ligado a la música y a las artes plásticas, incursionó en el gobelino y el telar, creando varias piezas inspiradas en artistas del Renacimiento. Desde 1975 vive en Shangrilá, “en tiempos oscuros, de repliegue, de construcción y creación”, dice el catálogo. En 1980 ingresa al taller de Walter Bulmini, con el que aprende diferentes técnicas en pintura, pero sobre todo cultiva una gran amistad. En el 2003 fallece su esposa, “se repliega en su dolor, aprende a vivir solo.

Descubre su deseo y necesidad de interactuar con otros de su edad, y emerge con fuerza su pasión por la pintura, era el año 2004, de ahí en más no paró, hoy tiene una obra rica, de intensas emociones, que se puede ver en la Casa de la Cultura, pero sobre todo demostró en la inauguración, ese don de gente, esa sensibilidad de espíritu, y las ganas de compartir el color, las formas y festejar la vida. En la inauguración de la muestra, estuvo acompañado por un importante número de familiares, amigos y hasta una banda de música, lo que expresa que además de la música y la pintura, cultiva los afectos.

Agradeció el espacio “maravilloso que es esta sala de la Casa de la Cultura, a las personas que hicieron posible que mis obras estén acá como José María Fuentes, al director de Cultura Hebert Loza, a la IDL por brindar y mantener una casa como esta al servicio de la cultura. Y especialmente agradecer a Andrés Jaureguito, que fue quien colgó la obra de forma magnífica”.

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