lunes, 18 de marzo de 2013

Abismo: una metáfora imposible de descifrar


LA DIVINA SULEIKA
por Juan Scuarcia
Cuentan que Sara de Ibáñez recibió el premio nacional de literatura dos años luego de su muerte. Se trata de un modo que tiene la sociedad uruguaya de vivir: siente más lo póstumo que el latir cotidiano. Al decir del cantor Pepe Guerra: en Uruguay no hay mejor sponsor que la muerte.
Ya cuentan que murió Suleika Ibáñez, en poco tiempo los homenajes llenarán páginas y las palabras andarán de viento en viento, hasta que, quizá también como su madre, reciba un importante premio.
En mi vivencia quedará el mejor homenaje que pude hacer a esta profesora, realizado cuando aún estaba viva, uno del que seguro ni siquiera se enteró, lo que no importa demasiado porque fue realizado en uno de los lugares donde dictó clase de Literatura: en el Liceo Departamental de Minas . Sus paredes, profesores y alumnos fueron testigo de la reflexión. Fue en oportunidad de celebrar los primeros cien años del centro educativo, cuando junto con otros escritores charlamos de qué modo la enseñanza de la literatura había servido a nuestra causa de plumas y universos alternativos.

UNA METÁFORA DIFÍCIL DE DESCIFRAR
La de la divina Suleika avanzando por el corredor del Liceo, con una minifalda negra, con su pelo oscuro de noche, su paso tranquilo, con los libros apretados a su pecho. Una divinidad que extendía a sus clases, la puerta que comunicaba con un mundo nuevo, para quien quería o podía abrirla. Con eso hubiera bastado para que el más mortal de los mortales se hubiera motivado a buscar en los multiversos del arte literario. Había presencias en ese liceo, previo a la dictadura, que generaban ese impacto en los estudiantes que éramos nosotros, y eso vale más que cien libros, en mi modesta experiencia de vida donde lo vivido tiene más peso que lo leído.

EXAMEN
Recuerdo la mesa examinadora que me tomó la prueba de literatura de quinto año: Suleika, Rómulo Cose y Eduardo Laens,  tengo aún la sensación que me ganó, poco antes de ser llamado, era como la fatalidad que tanta sabiduría sería imposible de engañar, a veces he pensado que si tuviera que enfrentarme a un tribunal como ese me ganaría de nuevo esa sensación. Todos ellos eran jóvenes, y fumaban y fumaban en el aula, y el humo gris y pesado invadía el espacio, lo que daba mayor dramatismo a la escena para los ojos de un casi niño que los miraba desde el otro lado del mundo, ellos eran lo que se escondía detrás de las apariencias pueblerinas, un camino que se podía recorrer.

LAS FLORES
En algunos veranos solía ir a casa de Suleika a buscar a su hijo Rodrigo, con él salíamos a remar en una canoa, en ese tiempo nunca vi a la profesora.  Para mi fue un tiempo feliz y me encantaba esa rutina de bajar la canoa hasta la playa, portándola uno de cada extremo, y luego remar por ese mar que tanto amaba.
Sin embargo no todo era feliz para Suleika, pues en ese tiempo fue destituida de su cargo como docente por la dictadura militar. Y en este recuerdo no quiero dejar pasar por alto cuando con José Luis, un amigo de todos los tiempos que le tenía un afecto importante, fuimos a visitarla a la casa de Las Flores, en unas vacaciones de invierno. Nos impactó la cara que tenía su realidad de invierno profundo. José fue uno de sus mejores alumnos de nuestra generación y el examen lo dio en francés, idioma que ya dominaba, y que a Suleika encantaba.

LA ENTREVISTA
Una amiga poeta de Montevideo me contó, hace unos años, que era amiga de Suleika, que la frecuentaba y que le encantaba como escritora y como persona. Pero me aclaró: “Ella es un abismo, un hermoso abismo, y para poder hablar con ella tengo que tomarme unas copas antes, pues si no me pone nerviosa”.
Poco tiempo después fui a hacerle una entrevista, la que concretamos en su departamento, en el Barrio Sur de Montevideo, habían pasado muchos años para la profe, y para mí también. Recuerdo la conversación telefónica para acordar la nota, las cuadras que hice caminando con el grabador en la mano, desde donde era mi casa en ese momento, en Carlos Quijano e Isla de Flores, tocar el timbre con fuerza y la espera.
Nos sentamos en su living, y comenzaron a salir los recuerdos del liceo de Minas, la dureza de la pérdida de una de sus hijas, desgarrador relato de años complicados. Pero también lo feliz que estaba con sus hijos; también por el inicio, en ese momento, de la carrera literaria de su hija Marcia, somos tres mujeres de tres generaciones diferentes, mi madre, yo y mi hija, eso me gusta mucho, algo así fue su reflexión.

ABISMO DIVINO
Y era verdad que estar frente a ella era un abismo divino, respirar junto a ella que fumaba como en aquel examen, en ese recinto íntimo, a pocos pasos del rincón donde veneraba a Shakespeare, en una especie de santuario donde una edición de las obras completas del escritor, en inglés antiguo, formaba uno de sus pedestales, el otro era el de Galia, su hija ausente. Era el mismo abismo que se insinuaba cuando era profesora del liceo de Minas, ella, una puerta entreabierta que conduce al otro lado de la luna o a los castillos medievales de Hamlet.

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