sábado, 24 de enero de 2015

Loza Aguerrebere: “Es dificilísimo dejar a Minas cuando escribo, vuelvo y vuelvo”


El lunes pasado publicamos la intervención del escritor Milton Fornaro en el encuentro de escritores que se realizó en el teatro Lavalleja, organizado por la IDL, a través de la dirección del Teatro, con el Sistema Nacional de Museos, la Dirección Nacional de Cultura del Ministerio de Educación y Cultura.
Lo que sigue es la intervención del escritor Rubén Loza Aguerrebere. Actuó como moderador el poeta Elder Silva.

MUCHOS LIBROS

Silva recordó que previo al encuentro en el escenario, estuvo con Loza Aguerrebere tomando café con leche, “y hablamos de unas anécdotas que él tiene de este lugar, más allá de la proyección que tiene la obra de cada uno, como la obra de Milton que se ha difundido por muchos lugares, pero como me dijo un amigo, el español Miralles, ‘mira, tu quédate tranquilo, que la patria y el pueblo es el barrio, tu patria es tu barrio, tu patria es tu pueblo”.
Recordó que Loza Aguerrebere nació en Minas en 1945. Muy joven inició su carrera periodística en el diario minuano La Unión, fue crítico literario del semanario Marcha, y desarrolló una intensa actividad en el diario El País de Montevideo. Ha sido colaborador del suplemento literario de los diarios madrileños ABC y Estrella Digital, de las revistas españolas Hermes, Época y Turia, de las argentinas Proa (fundada por Jorge Luis Borges), Letras de Buenos Aires, Perfil y La Gaceta de Tucumán. También fueron publicados artículos de su autoría en la revista alemana Humboldt y en Estados Unidos en el Ellery Queen's Magazine y en el Círculo de Cultura de la Universidad de Nueva York. Sus cuentos figuran en antologías en Uruguay, Argentina, Chile, y fueron traducido al inglés en la antología estadounidense Imaginación y Fantasía de Donald A. Yates y en el libro antológico estadounidense Prospero's Mirror de Ilan Stavans.


DECIR QUE SÍ

Loza comenzó diciendo que no dudó “un instante” en decir que sí cuando le invitaron al encuentro. “Hace 40 años que no vivo en Minas, pero nunca dejé de irme, y en mis cuentos o novelas no hay en ninguna que no aparezca Minas, directa o indirectamente, sugerido o evocado, consciente o inconscientemente, aparece una calle de Minas, un lugar de la ciudad, un hecho, es dificilísimo dejar a Minas cuando escribo, vuelvo y vuelvo. Milton ha dicho cosas que son las mismas que yo pienso y no las hemos hablado, y me emocionó e impresionó escucharlo. Esa referencia a los cerros azules, eso aparece en mi última novela, es una ciudad rodeada por colinas azules, tal vez este mundo nos encerró y no hizo soñar y por eso nos convertimos en escritores”.

UN OFICIO, UN DESTINO

Continuó Loza expresando que “no sabemos muy bien por qué nos convertimos en escritores, porque como decía Octavio Paz, empieza siendo como un oficio, y lo va transformando, hasta que termina siendo un destino, y no nos queda más remedio que escribir libros. El escritor escribe primero pensando en sí mismo, escribe lo que le gusta, lo que le interesa, y si tiene lectores mucho mejor. Yo no he podido escribir literatura ajena a nuestra ciudad, tengo cuentos escritos en Montevideo, o en otros países -muchos en París donde he estado muchas veces-, pero son ambientaciones, trasposiciones. En esa novela que acabo de escribir, los cerros azules -que acaba de mencionar Milton- importan mucho, porque el narrador desde París -esa ciudad emocional que nos llama cada tanto para que la vayamos a ver, a vivir, a sentir-, escribe una novela que transcurre en Minas, esa ciudad de nuestros recuerdos, más imaginaria que real, la de la feria de los domingos, la cancha de Bomberos y no la Terminal, y su viejo mercado, aquel mundo nuestro de recuerdos -que como decía Milton-, a partir de eso, los recuerdos son invenciones, imaginamos a través de los recuerdos, y eso lo hecho siempre en mis libros”.

DOS RECUERDOS

Loza recordó a Juan José Morosoli, “que vivía al lado del Cuartel de Bomberos, exactamente frente a la casa vivía yo -o sea mi familia-, yo era chico, y Morosoli era don Pepe, nunca hablamos de libros. Sí recuerdo una noche en la que jugábamos a un juego cuyo nombre era ‘El rescate’, pero sus reglas olvidé, sé que era un grupo de un lado y el otro en la vereda de enfrente, Morosoli, sentado como todas las tardecitas en la puerta de su casa tomando mate, me llamó y me pidió que le contara cómo era el juego, es lo único que me acuerdo de él. Sí recuerdo el día que murió, fue un domingo, mi madre me dijo que no estaban los carros de la feria y que había muchos autos de Montevideo, porque había fallecido don Pepe, eso es lo único que puedo decir de don Pepe. Lo otro es algo que tiene que ver con (Jorge Luis) Borges. En una de las tantas entrevistas que le hice me dijo ‘usted no es de Montevideo, es de Minas, en cuyo centro -Borges era deslumbrante y siempre lo dejaba a uno sorprendido- hay una pequeña estatua ecuestre de Rivera, en el centro’. Le dije que no, que era del general Lavalleja, ‘ah sí, el blanco sí, una estatua ecuestre de Lavalleja muy pequeña’. Me quedé asombrado, porque ¿cuándo había estado en Minas, Borges? Nunca, ¿y cómo lo sabe? Le pregunté, ‘porque me lo contaron, no sé quién me lo contó, fue hace mil años’. ¿Cómo lo recuerda? Y me respondió: ‘Porque me dijeron que la estatua ecuestre era pequeña, y yo pensé ahí entonces sí le hicieron un verdadero homenaje al héroe, porque en general las estatuas ecuestres son muy grandes y terminan siendo un homenaje al caballo’, Borges de alguna manera conocía nuestra ciudad. Es un gusto estar acá, estoy encantado, y reencontrarme conmigo mismo en esta casa. También dirigí teatro en aquella época que nos atrevíamos a todo, ¿cómo habrán salido esas obras? Gracias”.
(Habrá una próxima entrega, con la intervención de Gustavo Espinosa).

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