Luego del brutal ataque terrorista del 7 de enero en París
al local de la revista satírica francesa Charlie Hebdo, que provocó 13 muertos,
incluyendo a toda la plana mayor de la revista, una ola de indignación y
solidaridad recorrió el mundo, y ello se resumió en una frase: “Je suis
Charlie” (“Yo soy Charlie”). Los responsables del ataque fueron ciudadanos
franceses de origen argelino, y partidarios de organizaciones terroristas
islamistas radicales. Fueron identificados, acorralados y muertos por las fuerzas
de seguridad francesas en cuestión de horas.
Charlie Hebdo es una revista satírica que se reía y se ríe
de absolutamente todo, o de casi todo, y defiende la “libertad de expresión”,
sin límites ni ataduras. Aunque los editores siempre han proclamado que están
dispuestos a reírse de todos –y recuerdan que han sido criticados y hasta
acusados judicialmente por organizaciones vinculadas a la Iglesia Católica y a
la comunidad judía-, en el año 2009 la revista despidió al dibujante Murice
Sinet, ahora de 80 años de edad, acusándole de antisemitismo. Sinet –o Siné, su
nombre artístico- dibujó caricaturas mofándose del hijo del ex presidente
francés Sarkozy, quien había iniciado una relación sentimental con una muy
acaudalada joven de origen judío. Un periodista francés de origen judío acusó a
Siné de antisemitismo, y Philippe Val, editor de Charlie Hebdo, estuvo de
acuerdo con que era una caricatura antisemita, y reclamó a Siné que se
retractara. Este, que tiene muchos años pero pocos pelos en la lengua, le dijo
a Val que antes de retractarse por una caricatura “se cortaba las bolas”. Siné
fue despedido luego de 20 años trabajando en la revista, y con el tiempo ganó
un juicio a Charlie Hebdo por despido abusivo o irregular, y 40.000 euros.
Los muchos millones de franceses que salieron a la calle
luego de la masacre en Charlie Hebdo defendieron el derecho a reírse, la
libertad de expresión. ¿Irrestricta?
Entre los años 2011 y 2013,
cientos de civiles –casi todos musulmanes, y algunas fuentes hablan de miles de
víctimas- fueron masacrados en la Plaza Tahrir de El Cairo, en protestas en
contra del gobierno pro-occidental. En el 2013, la revista publicó una portada
–una de las que provocó más rechazo en el mundo musulmán- de un musulmán
muriendo, atravesado por las balas, tratando de utilizar como escudo al Corán,
el libro sagrado de los musulmanes. El texto que acompañaba al dibujo decía:
“El Corán es una mierda, no detiene las balas”.
Hace unos días, un estudiante
francés de 16 años fue arrestado y encarcelado por las fuerzas de seguridad
francesa, y acusado de “apología del terrorismo”. ¿Su delito? Publicar un
dibujo satírico en internet. ¿El dibujo? Casi idéntico a la portada de Charlie
Hebdo del año 2013, sólo con “unos pequeños cambios”. Muestra al editor jefe de
Charlie Hebdo, Herb, que muere acribillado, mientras intenta detener las balas
con un ejemplar de Charlie Hebdo. Un texto acompaña el dibujo: “Charlie Hebdo
es una mierda, no detiene las balas”. Herb efectivamente murió en el ataque
terrorista del 7 de enero. El joven corre riesgo de estar en prisión entre
cinco y siete años, y de sufrir una multa entre 45 mil y 100 mil euros.
¿Por qué está bien y correcto y es
parte de la “libertad de expresión” reírse del libro sagrado de los musulmanes,
de miles de muertos en una plaza egipcia, y es “apología del terrorismo” reírse
de la muerte de dibujantes y editores franceses?
En Francia, luego del brutal
ataque del 7 de enero, hubo, sólo este mes –que todavía no terminó- un 110% de
aumento en los ataques islamófobos, que ya ocurrían a menudo. De estos ataques,
21 incluyeron disparos, granadas e incendios en mezquitas. Imaginemos tan sólo
por un momento 21 ataques contra iglesias católicas con granadas y disparos, o
contra 21 sinagogas, en cualquier país del mundo. Sería prácticamente una razón
para invadir el país donde ello ocurra. Pero nadie ha condenado al gobierno de
Francia por estos episodios, o por su asombrosa falta de eficiencia y
ejecutividad para capturar a los responsables de estos ataques. En sólo una semana
de enero hubo en Francia 69 arrestos por “apología del terrorismo”, incluyendo
a una niña de 14 años y una amiga de ella, que le dijeron al conductor de un
tranvía "somos las hermanas Kouachi y vamos a comprar nuestras
Kalashnikovs". Los Kouachi fueron quienes atacaron a Charlie Hebdo.
Quienes defienden la “libertad de expresión” sin límites ni
cortapisas de ninguna índole, ¿van a salir a la calle a reclamar la libertad
del adolescente francés de 16 años que se mofó de la masacre en Charlie Hebdo?
En nombre de la libertad de expresión, ¿es posible entonces hacer caricaturas
sobre el holocausto, mofándose de las víctimas, los seis millones de judíos
exterminados, el medio millón de gitanos asesinados, los muchos millones de
prisioneros de guerra masacrados? ¿Podemos reírnos de las víctimas de Hiroshima
y Nagasaki, de las víctimas de tortura en Uruguay y Argentina, los 30 mil
desaparecidos en ese país? Porque si nada es sagrado y todo está permitido,
todo está permitido. Y podríamos defender, con la libertad de expresión como
escudo, los regímenes fascistas de Hitler y Mussolini, y decir que el
holocausto es un invento, una exageración –un político francés de primer nivel,
Jean Marie Le Pen, lo dijo una vez, y provocó un escándalo, y fue acusado
judicialmente-. ¿Podemos burlarnos y hacer bromas con las víctimas del
holocausto armenio, cuando a principios del siglo XX el gobierno turco masacró
a millones de ellos, con el beneplácito o la indiferencia de las potencias
occidentales? ¿Podemos o no? ¿Quién o qué nos iluminará y nos dirá de qué
podemos burlarnos, y de qué no?
Si “todos somos Charlie” es válido sólo cuando toca defender
la libertad de expresión para burlarnos de los musulmanes, o de los yemenitas,
o de los congoleños, de los chinos o coreanos, pero no nos damos o no
permitimos –o más bien no nos permiten- esa libertad irrestricta de expresión
cuando la burla es sobre nuestros sagrados valores y conceptos y prejuicios
occidentales judeo-cristianos, entonces esa “libertad de expresión” es sólo una
frase hueca. Y se nota.
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