En el ciclo Libros en el escenario, en el teatro Lavalleja,
el director de Cultura de la IDL ,
Hebert Loza, presentó al psicólogo Alejandro de Barbieri, autor del libro “Educar
sin culpa”. Dijo que era “un libro apasionante, para padres, docentes, para
todos, porque es un libro pedagógico que hacía mucha falta, y lo demuestra la
sala llena del teatro”.
De Barbieri señaló que estaba “muy contento de estar acá, es
como dice el director, este es un tema de pedagogos, padres, docentes, abuelos,
porque hoy en día hay muchos abuelos haciendo de padres”.
¿Hay avidez por un
libro de esta temática?
Parece que sí, el libro ha tenido muy buena repercusión en
poco tiempo, lo que habla de una necesidad muy grande en nuestra sociedad, de sanar
las generaciones anteriores, de revertir cierto determinismo que hay. Mucha
gente tiene miedo a educar por cómo los
educaron sus papás, o sea hay una tarea
social que la psicología tiene que tener, agradecer a papá y mamá que hicieron
lo que pudieron con los elementos que tenían. Cierta psicología ha hecho mucho
daño en ese sentido, y por otro lado revalorizar el rol del padre y del docente
que se sienten muy solos, y están estresados y cansados porque están educando
ellos. Aquel dicho que fulanito no se cuece en el primer hervor, ese primer
hervor se daba en casa y no se está dando, ese hervorcito es el amor, los
vínculos, el te quiero, te dije que no es no, sin ningún problema.
Poner límites.
Yo no utilizo esa palabra, porque los padres no la
registran. Te cuentan: ‘yo le pongo límites, de seis veces que me pide pasarse
a la cama grande dos le digo que no’, o ‘yo le pongo límites pero sigue
haciendo lo mismo’, entonces no es un límite. Un límite se pone con
tranquilidad, sin ser agresivo, te dije que no y es no, y mañana tampoco. ‘Educar
es cansarse amorosamente’ dice Carlos Díaz. Si llego a casa cansado del trabajo,
pero ya estoy en el rol padre, y encuentro al niño que está en un berrinche,
espero en mi cuarto tranquilo -le estoy enseñando autorregulación de las
emociones-. Si yo estoy mal, si veo que voy a reaccionar mal como papá o como
mamá, me pego un baño, voy a mi psicólogo, voy a Reiki, Pilates, lo que sea, me
despejo emocionalmente para después estar bien con mis hijos.
La ausencia de los
padres de la casa es un factor importante.
Totalmente. Mi amigo Sergio Sinay que es un escritor
argentino tiene un libro que se llama “La sociedad de los hijos huérfanos”, si
los padres no hacen de padres y los docentes no hacen de padres, el hijo queda
huérfano, por eso los docentes están estresados, porque están haciendo de
padres ellos.
Se les está exigiendo
ese rol que no les corresponde.
Lo tienen que hacer, no queda otra, porque si los docentes
no hacen de padres, quedan los niños huérfanos. Cuando en la Universidad les dicen ‘no
hagas eso’, se van llorando, cuando en la empresa el jefe le dice ‘el jueves
tenés que entregar tal trabajo’, no tienen ese hábito de la jerarquía, no es
que sean hijos de la generación Y o todos esos nombres bonitos que les ponen,
eso sirve para clasificar, pero para cambiar tenemos que tomar el toro por las
guampas, tenemos que ayudar a curar: tenemos 10 intentos de suicidio por día en
Uruguay. Es un tsunami invisible, lo denuncio en el primer capítulo del libro,
pero no para ponernos trágicos, sino para ver que podemos hacer para que los
adolescentes tengan ganas de vivir, para que se coman la cancha, cómo hacer.
Primero el papá o la mamá feliz. Seguro que hay un montón de problemas porque
felicidad y sufrimiento van de la mano, entonces hay que devolverle al papá o
mamá su experticia en el rol correspondiente, y para que el docente reciba un
niño que no tenga que educarlo tanto, sino instruirlo en la materia que le
corresponde, y después que obedezca las jerarquías normales, que no es
autoritarismo.
Hay mucha confusión
con la palabra autoritarismo.
Exacto, es así. El libro se llama ‘Educar sin culpa’, y como
dijo un paciente, ‘y sin látigo’. No es que es mucho palo para que aprenda,
tenemos mucho miedo al autoritarismo, y por miedo a ser autoritarios no tenemos
una autoridad sana, que es respetar lo que dice mamá, lo que dice papá, lo que
dice la maestra, porque mañana esa jerarquía la va a tener, y le va a frustrar
la vida. No se trata de frustrar, se trata de hospedar las frustraciones, el
niño tiene un chichón, y bueno, le duele, la novia lo dejó y está triste, y
bueno, es capaz de amar, quiere decir que la quería y la extraña, pero si es el
primer sufrimiento que tiene se va deprimir y va a ser una depresión grave y
por eso los consultorios de los psicólogos están llenos. Me da una tristeza
enorme que se sigan llenando los consultorios, que haga terapia el que lo
precisa, pero tenemos que trabajar con los padres, ser educadores, hacer
promoción de salud, que la comunidad de padres se hable entre ellos, estamos
muy individualistas, cada uno de ellos corriendo y educando por WhatsApp.
Revertir esa
situación va a llevar mucho tiempo.
Se avanzó en un nido calentito, los abuelos pecaron de frío,
y nosotros pecamos de calentitos, ‘pobrecito el nene, con lo que le pasó’, eso
es un determinismo. Lo que le pasó lo puede condicionar, pero no lo determina.
Todos tenemos cosas que nos pasaron, heridas, dolores personales, pero esas
heridas de las frustraciones afectivas, de trabajo, de la familia nos hicieron
crecer como personas, entonces, ¿por qué tenemos miedo que nuestros hijos
sufran? Si tenemos miedo de que sufran, no estamos dejando que crezcan, y somos
responsables de generar hijos inmaduros, esto no es mío, el libro recorre una
cantidad de citas de autores. ‘No quiero que mi hijo sufra lo que yo sufrí,
porque viste cómo quedé, viste cómo quedó papá, papá muy normal no es, pero no
es mi culpa, es del abuelo’, y ese daño generacional lo tenemos que sanar,
abrazar nuestra historia, reconciliarnos, para poder llegar a casa y decir no
es no. Eso no es ser agresivo, es ayudar a que autorregule su mundo emocional,
porque sino el niño queda perrito, y quedar perrito es quedar como
adolescentes, víctima de sus instintos, impulsivos, con obesidad, con problemas
con la educación y eso es responsabilidad de los adultos.
¿Conforme con el
libro?
Sí, muy contento. Me costó mucho escribirlo, no me cuesta
hablar, pero si me cuesta mucho escribir, pero es una felicidad enorme que la
editorial me lo haya pedido y que tenga la respuesta que está teniendo, que ha
desbordado lo previsible. Eso quiere decir que llegó en el momento justo, que
la sociedad precisa este libro, libros pedagógicos como dijo el director. No es
solo la terapia, se ha puesto demasiado énfasis en los tratamientos, eso
desgasta mucho. Se puede hacer mucha prevención, en la familia, en la escuela,
en los trabajo. Que haga terapia el que lo precisa, no estoy negando la
terapia, pero me parece que los papás van primero al psicólogo antes de ser yo
el primer psicólogo del hijo. El libro al final tiene capítulos con ejercicios,
con una propuesta de trabajo para los docentes en el aula, para el psicólogo de
cada institución, trabajando con padres, nadie solo puede, somos con el otro,
los psicólogos están gastando la terapia individual, cuando es muy importante
hablar con la familia, con la pareja, y eso lo estamos necesitando como
comunidad, no aislarnos, los papás estamos educando muy solos hoy en día. Pérez
Reverte tiene un dicho fantástico: ‘Se precisa toda la tribu para educar al
niño’, y toda la tribu somos nosotros, todos, lo importante es que salgan niños
bien educados, los de todos.
¿Viene otro libro?
Voy a tomarme un tiempo, la editorial ya lo está pidiendo, creo que con
los libros se cumple una función social de los psicólogos que es prevenir, y en
ese sentido la literatura me encanta y el libro tiene muchos autores que me
inspiraron para escribirlo. Para el año que viene espero poder estar trayendo
otro libro.
Por Gorge Gómez
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