viernes, 25 de junio de 2021

Una energía inagotable, al servicio de una buena causa

MARY MOROSOLI DESARROLLA UNA ACTIVIDAD SOLIDARIA CON LAS ESCUELAS RURALES

Mary Morosoli es conocida por buena parte de los minuanos. Muchos fueron sus alumnos en el Liceo Fabini, ya que por muchos años fue profesora de Dibujo allí, cuando se llamaba Liceo Departamental y era el único centro educativo secundario del departamento.

Arquitecta de larga trayectoria, ha sido una impulsora incansable del rescate del patrimonio arquitectónico del departamento, brindando conferencias, entrevistas y charlas, cada vez que ha sido convocada para ello. 

Es casi imposible nombrarla sin recordar a su esposo, el ingeniero agrimensor Julián Mazzoni, quien también fue profesor del Liceo Departamental por muchos años, y llegó a ocupar su subdirección. Y es difícil recordar a Julián sin tener presente su casi omnipresente sonrisa.

Mary, madre de Julián, Juanjo y Pablo, debió sufrir durante la dictadura la prisión y el exilio políticos de “Juliancito” (le siguen llamando así, a pesar de que ya es abuelo), que es hoy también profesor liceal, y que fue edil y candidato a intendente por el Frente Amplio en las últimas elecciones.

Mary, desde siempre, se caracterizó por su energía y su determinación. Recientemente brindó una charla sobre arquitectura, y hasta hace poco tiempo al menos, casi no faltaba nunca a sus clases de gimnasia. La energía la conserva hasta hoy. Hace unos días, una atenta lectora (1) contó a Primera Página que Mary, ahora con 91 años, había comenzado a tejer gorros de lana, para ser entregados a alumnos de escuelas rurales. 

Gracias a “Juliancito”, que ofició de corresponsal, pudimos recibir unas grabaciones de Mary, quien contó que llegó un momento en que, jubilada de sus tareas, “me sobraba tiempo, y me gustaba tejer”. Empezó entonces a tejer “gorritas”, y pensó “en los gurises de las escuelas rurales, que suelen estar en peores condiciones y pasan frío”. “Así empecé. Conocía a Ibarra, que había sido director de la Escuela 8 en Minas, y luego inspector de escuelas rurales. Un día tenía unas cuantas hechas y le pedí  que las llevara. Así comenzó. Cada tanto venía a mi casa, los levantaba y los llevaba”.

El inspector, o las maestras, suelen enviarle a Mary fotos que toman con sus celulares, con los alumnos recibiendo o utilizando los gorros que ella tejió, “y a veces los mismos niños me agradecen”, cuenta.

“A mí no me cuesta nada. A esta altura de mi vida, a los 91 años, me gusta tejer y disfruto con eso. A la vez puedo ser útil para alguien”.

Mary dijo, cuando se enteró de que era Primera Página que estaba interesado en hacer conocer esta actividad, que no quería “mucho aspaviento con la cosa, porque a mí no me gusta mucho la publicidad”. “Lo hago porque me gusta, me sirve, y estoy haciendo una cosa útil todavía, que a esta edad es muy difícil hacer cosas útiles para los demás”.

Quizá entonces no le guste a Mary el “aspaviento” que hacemos con estas letras, y le pedimos disculpas por eso. Pero no pudimos evitar escribirlas, y publicarlas, por un lado para destacar su actividad solidaria, y por otro para mostrar nuestra admiración por ella, quien, con una energía que ya quisiéramos tener quienes somos unas décadas menores que ella, se las arregla para seguir haciendo de este mundo un lugar mejor.

(1) Mary Villar fue la atenta lectora que nos hizo saber de la actividad de su tocaya, Mary Morosoli.


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