lunes, 21 de septiembre de 2015

Pipo y el show de Julio Ibarra

Era la tercera función de la obra de “La casa del senador”, y el teatro estaba colmado, platea y anillos, y se pudo escuchar a varios espectadores decir: “yo vengo otra vez, porque me reí tanto”. Y seguramente sigan yendo, porque es una comedia para reírse, divertirse, sin pensar demasiado, aunque algunas cosas para pensar también tiene.
Y sí, “La casa del senador”, de Hugo Daniel Marcos (dramaturgo argentino, contemporáneo) con dirección de Eduardo Cotto, realizada por el Grupo Teatral “De acá nomás”, es una obra para reír de principio a fin, con un humor directo, con momentos de picardía, otros inteligentes, también al límite de lo grosero, pero sobre todo con humor de lenguaje que atrapa. La obra es la típica comedia de enredos, donde las confusiones, las entradas y salidas, generan una acción imparable y como consecuencia la risa segura. Marcos introduce algunas observaciones interesantes sobre la política, y destaca la corrupción enquistada históricamente en el sistema. Es una lástima que muchas veces eso queda perdido en la risa del público.

DIRECCIÓN, ESCENOGRAFÍA Y VESTUARIO

La dirección de Cotto es acertada, segura. Exigió el ritmo que la comedia tenía que tener. Es la tercera vez que Cotto hace obras de Marcos, conoce los resortes de la comicidad de este autor. Cotto no fue menos exigente con la muy buena y funcional escenografía y el exacto vestuario que se adjudica en el programa al grupo “De Acá Nomás”.

ELENCO

Julio Ibarra, como Pipo, muestra una solidez interpretativa sin desperdicios, aprovecha el mínimo gesto, agrega algún parlamento oportuno, y sostiene la obra de principio a fin -cuando sale del escenario se lo espera-. Las miradas a un cenicero son descacharrantes, las confusiones de palabras, (paradoja por parajoda, por solo apuntar una) su expresividad corporal, el uso del tiempo -esencial en el humor-, y el personaje de Pipo, que está construido y servido por Marcos de forma compacta, encontró en un actor de la talla de Ibarra su exacta corporización porque el autor lo pone siempre como el generador del disparate y la risa. El resto del grupo acompaña, con muy buenos momentos de Gerardo Palumbo, en un exacto político corrupto; Adriana Risso, en el difícil papel de una secretaria sexy y borracha, que sin apelar a mostrarse con poca ropa -como seguramente lo harían en una versión porteña-, supo sacar muchas carcajadas como borracha; Luis Mateus en un personaje que no le da muchas posibilidades, pero lo saca adelante; Adriana López y Juan Rodríguez demostraron su crecimiento actoral constante, correctos, deberían levantar el tono de voz.
Natalia Parga, Raquel Marchese, y Carlos Astapenco, más allá de que hacen personajes pequeños (aunque dice la gente de teatro que no hay papeles chicos), no estuvieron a la altura a la que estamos acostumbrados a verlos.

Ojalá se reponga pronto, “La casa del senador”, porque con este espectáculo del Grupo Teatral “De Acá Nomás”, la risa está asegurada. 

Por Gorge Gómez

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