José Pepe Puigdevall muestra una
sonrisa ancha. En la zona de la Quebrada de los Cuervos, cerca de
Treinta y Tres, parece estar en su casa, y de hecho tiene una casa
allí, pocos quilómetros antes de llegar a la quebrada misma, uno de
los sitios naturales más emblemáticos y hermosos del país.
Los niños corretean, andan en
bicicleta por el camino a la Quebrada que pasa al lado de la casa. El
hijo pequeño de Pepe protesta porque un caballo “no los deja
pasar”. Pepe se ríe y le dice que se las arreglen como puedan.
Deberán hacer un curso práctico fulminante sobre comportamiento de
un equino manso, que tan sólo anda buscando pasto tierno para comer.
En la casa hay implementos para la
cosecha de miel, ya que Pepe, además de agroecologista, es
apicultor. Dicen que es la miel más rica que hay a muchos
quilómetros a la redonda, y después de probarla es difícil
contradecir el elogio. Además hay plantines y pequeños árboles
-todos de especies nativas- por todas partes, porque la casa y sus
alrededores también son un vivero. Los plantines de árboles y
arbustos nativos llenan todo el espacio alrededor de la casa.
En el vivero pueden comprarse
plantines, creados a partir de semillas de árboles que crecen en la
zona, pero en realidad la principal finalidad del vivero es regenerar
el monte nativo alrededor del Paisaje Protegido Quebrada de los
Cuervos (así es su nombre oficial).
Pepe y la organización agroecologista
que integra, Pindó Azul, se han dedicado por años a regenerar monte
nativo degradado en la zona, buscando además que las personas que
viven y trabajan en los predios donde están los montes puedan
obtener un beneficio económico -sustentable económica y
ecológicamente- de la explotación del monte.
Muchos miles de árboles nativos han
sido plantados por ellos en la zona. Si logran continuar exitosamente
con la actividad, en algunas décadas una amplia región alrededor de
la Quebrada tendrá montes nativos bastante parecidos a los que hubo
allí hasta hace unos siglos.
TREINTA Y TRES Y LA QUEBRADA
José llegó a Treinta y Tres por la
apicultura, primero contratado para llevar colmenas a predios que
producían semilla fina para CALVASE. En ese momento comenzó a
estudiar la incidencia real del trabajo de la abeja en los
semilleros.
Ya en el año 2004 instaló el vivero
de especies nativas, y más o menos en esa época viajó a Brasil
como parte de un grupo que visitó a productores del Movimiento Sin
Tierra (MST), “para visualizar sistemas productivos de yerba mate a
nivel familiar con criterio de conservación ambiental y ecológico”.
“Lo que queríamos desarrollar ansiosamente ya lo encontramos
desarrollado y generando conocimientos. Por ejemplo conocimos los
sistemas productivos de agrofloresta
Luego hicimos otros viajes a Brasil,
con productores de plantas medicinales”.
Entre los principales logros de esa
visita inicial enumera que lograron romper “con la idea que nos
impusieron de que el MST era un grupo de bandidos, cuando en realidad
el MST tenía una producción familiar e industrial familiar
completamente admirable; lograron que miles de familias pudiesen
vivir y producir semilla ecológica y agroecológica para todo
Brasil, con un sentido comunitario de la tierra y de los medios de
producción”. Había mucho para aprender, hasta el tratamiento de
la salud con plantas medicinales. “Ahí dijimos: 'vamos a usar un
enfoque agroecológico y productivo en la producción familiar'”.
Eso fue fundamental porque mostró que se podía hacer, “cuando acá
se seguía diciendo que no se podía”.
MUCHO MÁS QUE YERBA MATE
En el año 2002 comenzaron a hacer
prospección de plantas nativas, relevando qué especies y biotipos
había en la zona. Comenzaron en la Sierra del Yerbal y
específicamente con la yerba mate. “Fue un proceso muy
interesante: te encontrás con un material genético muy bueno pero
inmediatamente tenés que pensar en qué sistema productivo
desarrollarlo. El desafío fue -justo cuando se generaba y comenzaba
a funcionar el Área Protegida de la Quebrada de los Cuervos-,
generar un sistema productivo en el área adyacente que
necesariamente debe ser agroecológico. El desafío no era tanto
reproducir la yerba mate y generar un producto nacional, sino generar
un sistema productivo que conserve las cuencas, el ambiente y el área
protegida. Reproducir la yerba mate no es difícil, lo desafiante es
generar un sistema productivo que necesariamente debe ser combinado
con la ganadería y biodiverso. Ahí está el desafío más grande, y
es el factor de más importancia para el futuro, poder producir en el
mismo sistema yerba, madera, aceites esenciales, energía, frutos,
pastura, semilla, conservando la biodiversidad. Todo el mundo
focaliza en la yerba mate, pero el punto no está en eso, sino en
generar un sistema productivo que en primer lugar respete los
ambientes del ecosistema predial -monte ribereño, bosque serrano-,
que son objeto de conservación en las áreas protegidas pero que
debemos proteger en todo el territorio nacional. Yo les llamo
ambientes productivos: podés hacer al mismo tiempo conservación y
producción, pero debés tener un criterio ecológico en la
conservación de esos ambientes, considerando el tipo de intervención
que hacés. ¿Cómo trabajamos al mismo tiempo la biodiversidad y la
producción?”
Pepe señala a lo lejos, desde la mesa
en la que conversamos, en el patio de su casa-vivero: “Mirá allá
esa ladera. Allí se te da la caroba, el guayabo del país,
abundante; pero hay carqueja, hay posibilidades de generar leña.
Cuando entrás a visualizar los ambientes, ves cómo podés
intervenir sutilmente, generando producción, inclusive con la
ganadería adentro. Es ahí en dónde hay que generar conocimiento.
Indefectiblemente, la biodiversidad, dentro de un sistema, genera
producto. O te generó leña, o alimento, o medicina. Entonces, ¿cómo
trabajamos de manera inteligente la biodiversidad en ese espacio,
combinando todo? No es un rubro productivo; no es la oveja, o la
oveja y la vaca. En ese marco, la yerba mate es parte de un sistema
biodiverso. No es un monocultivo de yerba mate, no es un monocultivo
de guayabo del país, o de eucaliptus; es manejar la biodiversidad y
que esos ambientes sean productivos. Si hoy en día el desafío del
cambio climático está en buena parte en sostener la biodiversidad,
que en definitiva es la que regula el cambio climático,
evidentemente el camino está por ahí”.
PINDÓ AZUL
Pindó Azul es una organización
agroecolóica formada por menos de 20 socios, de los cuales más o
menos una decena son activos. Trabajaron por años, junto a otras
personas e instituciones, en la creación y consolidación del área
protegida de Quebrada de los Cuervos -fue la primera en la historia
nacional-, luego con plantas nativas medicinales, con productores de
la zona.
Desde el año 2006 desarrollan un
proyecto inédito, la regeneración de monte nativo, plantando
árboles nativos en montes ya existentes pero seriamente degradados
por la presencia de especies exóticas, tala u otras actividades,
fuera del área protegida de la Quebrada de los Cuervos pero en su
zona de influencia. Hasta el momento han plantado unos ocho módulos
de una hectárea cada uno, a razón de unos mil árboles por
hectárea.
Lo hacen en tierras que pertenecen al
Instituto Nacional de Colonización -y pagan un canon para poder
hacerlo- y en predios de pequeños productores de la zona, realizando
acuerdos con ellos y buscando que este trabajo, en el futuro, brinde
no sólo beneficio ecológico y ambiental a la sociedad, sino además
beneficio económico a las familias que realizan la actividad. Este
es uno de los desafíos principales.
Y ya hay beneficios. Ya se procesa
fruta que se obtiene de estos montes, y se hacen bombones y mermelada
de arazá, que vende la familia Olivera. Se pueden obtener más de
100 kgs de fruta de cada módulo de una hectárea, y pretenden crear
un sistema en el que se obtengan productos diversos -fruta, yerba,
madera, pasturas- en beneficio de las familias.
El material genético para las nuevas
plantas, las semillas, las da el propio monte, pero a través de la
comunidad: “Rescatamos material y cada módulo es un banco de
germoplasma. Ahora estamos en un proceso de reproducción y
mejoramiento, porque cada productor trae los mejores frutos para
sembrar, y volvemos a colectivizar, es para todos. No es el guayabo
de Pepe Puigdevall, es el guayabo de recolección y selección
comunitarias de familias de la Quebrada de los Cuervos”.
Los productos se venden en el lugar.
“Se vende acá mismo, es otro aspecto de la soberanía alimentaria,
porque si entrás a derivar y derivar, entrás en la lógica del
mercado. Es importante no gastar energía en el traslado de la
producción. Se vende acá, y es posible porque a la Quebrada entran
14 mil personas al año”.
Quienes trabajan en Pindó Azul,
además, no lo hacen con un criterio de “intervención”, tan
usual en proyectos de desarrollo nacionales e internacionales. “Es
un proceso de desarrollo basado en la convivencia. Convivimos con el
proceso; no intervenimos y nos retiramos. Como todo proceso, tiene
altos y bajos. En un momento, cuando no aparecía todavía la fruta,
parecía que todo se iba al carajo”.
Para terminar la visita a lo de Pepe,
nos subimos a un camión medio destartalado y nos fuimos a visitar
uno de los módulos en los que se han sembrado miles de árboles
nativos. Pepe nos saca rápidamente una ventaja de decenas de metros,
y a veces se dificulta hasta verlo, en medio del monte. De a ratos se
detiene, nos espera, y nos señala alguna planta, quizá protegida
con unas ramas a su alrededor, que parece crecer de manera muy
saludable. Es una de las ocho a diez mil que ha plantado en los
últimos diez años. Si todo sigue marchando como lo piensan y
sueñan, en unos años más serán unos cuantos miles de árboles
más, y unas cuantas familias que podrán mejorar su ingreso y su
nivel de vida, conservando y mejorando al mismo tiempo el ambiente en
el que viven y trabajan.
YERBA MATE
Pepe Puigdevall, Pindó Azul y el
vivero que tienen unos 9 quilómetros antes de llegar a la Quebrada
de los Cuervos -al camping que existe en el Área Protegida- ya han
sido objetos de una fuerte atención, desde que comenzaron a producir
yerba a partir de plantas que había y hay en el propio monte.
Buena parte de los uruguayos no tenía
-o ni tiene aún- idea acerca de la existencia de plantas de yerba
mate en nuestro país, que son silvestres, y la producción de yerba
-”ecológica” o “ambientalmente amigable”- sin agregados ni
procesos industriales, fue toda una novedad para el país.
Dicen que los mates que se toman con
esa yerba son exquisitos, y que no tienen nada que ver con los que
preparamos en nuestras casas. Probar esos mates quedó para la
próxima visita.
1 comentarios :
admirable
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